El maestro Nisargadatta decía: “la verdad está en el descubrir, no en lo descubierto”
En el simple hecho de descubrir, se encuentra la maravillosa oportunidad de abrir la mirada a un nuevo horizonte.
Cuando vivenciamos el des cubrir, quitar lo que cubre aquello que hasta ese momento no podemos distinguir, sentimos la plena felicidad de aquel que sabe que crece y se libera.
Sabemos que somos más que cuerpo y mente, intuimos que hay algo en nosotros que nos hace únicos e irrepetibles y el desconocer que da sentido a nuestra existencia, muchas veces, nos hace deambular en una insatisfacción constante de lo que somos y hacemos.
Si vivimos en una actitud de continuo descubrimiento, nos permitirá vivir en un estado de conciencia semejante al niño que se sorprende una y otra vez, porque ve todo como nuevo. Un estado que carece de anticipación y memoria y que permite, a cada instante, descubrir maravillado una nueva existencia. ¿Para qué no rescatar a nuestro niño interno y beneficiarnos de tan increíble experiencia?
Cada situación o cosa descubierta, al cabo de unos instantes, ya es vieja, en cambio la acción de descubrir es siempre nueva, siempre fresca. El descubrir no depende de nada externo ni de ninguna habilidad especial. Solo depende de la actitud con la cual encaramos nuestra existencia, de ir livianos por la vida, soltar, desprendernos de experiencias anteriormente vividas y todo aquello que produce pesadas cargas viejas.
El descubrir supone soltar viejas creencias y neutralizar el control que quieren ejercer sobre nuestras acciones.
Observo al coaching como el arte de descubrir, como ese maravilloso acompañamiento que me permite presenciar, en cada conversación, la fugaz y luminosa chispa del descubrimiento.
Cuando experimentamos el hecho de descubrir junto a otra persona, se produce un destello que nos hace cómplices del instante sorprendente del darnos cuenta.
¿Acaso puede haber algo más bello que compartir el acontecimiento de descubrir?
Nos merecemos descubrir lo nuevo y recordar que, todo lo recién nacido verdaderamente está en sus ojos, y no precisamente en las afueras de su propia cara.
El coaching permite diseñar nuestra vida así como el artista diseña su obra con cada pincelada. Y aunque no sabe que es lo que sigue, confía en la acción siguiente, descubriendo paso a paso, el lugar de la próxima pincelada.
Anticiparnos emocionalmente condiciona a la mente a futurar recuerdos que nada tienen que ver con lo que podría llegar a pasar. Si nos abrimos a la experiencia de descubrir lo nuevo en cada acción, estaremos no solo despertando nuestra esencia, sino también revitalizando nuestros sentidos y dejando que la alegría penetre e invada nuestra alma.
Tal vez el simple hecho de descubrir, sea vivir despiertos para vivir la vida con más placer y templanza.