En mi trabajo como Coach organizacional, en las conversaciones que mantengo con la gente a la cual asisto, encuentro habitualmente una palabra que aparece reiteradamente y que la ausencia de ella, pareciera ser el origen de todos los males. La palabra compromiso.
El origen de la palabra se remonta a la Roma antigua, se la utilizaba para expresar un acuerdo ante un conflicto. Las partes involucradas depositaban una fianza que, en caso de no cumplir el acuerdo, la perdían. A este acuerdo entre partes se lo llamaba compromiso y se cumplía si ambas partes lo hacían, denotando su carácter de reciprocidad.
En la actualidad, observo que en muchos casos, el compromiso dejo de ser un acuerdo entre partes, recíproco y bidireccional y paso a ser una palabra que puede llegar a tener múltiples significados, de acuerdo a quien la emite y quién la escucha.
En los hechos, ésta libre interpretación trae más de un inconveniente, considero que es un buen momento para hacernos algunas preguntas:
– ¿Qué implica en nuestras vidas el modo en que entendemos el
compromiso?
– ¿Qué consecuencias tiene el comprometernos y el mantener o no
la palabra empeñada?
– ¿Qué relación tenemos en nuestra vida cotidiana con nuestros
propios compromisos y los de los demás?
Y por último algo muy importante:
– ¿De qué manera nuestros compromisos se relacionan con nuestra
satisfacción, con nuestra efectividad para lograr lo que nos
proponemos y con nuestra capacidad para conseguir resultados y
ayudar a otros seres humanos a que consigan los suyos?
En mi labor como Coach, asisto a las organizaciones y personas que las conforman, a que puedan identificar “la manera en que escuchan la palabra compromiso”. Entendiendo que el compromiso dejó de ser una obligación como en siglos pasados, para transformarse en una opción.
Es importante comprender que sin compromiso no podríamos coordinar acciones con otros, no tendríamos organizaciones como las empresas, o instituciones como los gobiernos, no podríamos constituir una familia, ir al cine o hasta el simple hecho de ir a tomar un café con un amigo.
Sin compromisos, la vida sería un sin número de eventos inciertos, determinada por las circunstancias y los estados de ánimo de cada una de las personas.
En las organizaciones, los altos índices de rotación pueden estar indicándonos que algo está ocurriendo con el compromiso de los empleados.
Si las empresas quieren a sus empleados comprometidos, deberán liderar desde el ejemplo. El compromiso es algo que se construye día a día, en la relación con compañeros, con los jefes, clientes y con las funciones que cada uno desempeña. Requiere tiempo y una gran dosis de confianza.
En la disciplina del coaching no les decimos a las personas como y a que deben comprometerse, entendiendo que tampoco es necesario debatir indefinidamente cuales con los compromisos correctos o incorrectos, ya que estos dependen mucho de lo que cada una de las personas valora.
Lo cierto es que personas comprometidas, una vez que comienzan a tener plena conciencia de lo que significa la palabra compromiso y a vivir responsablemente, comienzan a sentirse libres y llenos de posibilidades insospechadas. Ya que la libertad no es la ausencia de compromiso, sino la capacidad de escoger y comprometerse con lo que es mejor para cada uno.