¿Les ocurre que a veces, sin darse cuenta, creyendo que hacen un bien al otro, tratan de modificar la forma de ser de sus amigos, compañeros de trabajo, pareja o hijos, sin darse cuenta que se trata esta, de una tarea poco efectiva?
En muchas ocasiones me preguntan: ¿entonces cómo hacer para mejorar la convivencia?.
No hay una única respuesta, lo que sí es seguro es que toda manipulación, hacia otra persona, que brota de la frustración y la rabia se convierte en una ineficaz estrategia que solo impide el reconocimiento del otro e intoxica la convivencia.
Si comenzamos a darnos cuenta que hay «algo» que no nos gusta de la otra persona, revisemos que es lo que en realidad nos separa de ella, a veces sucede que cuando alguien a quien nos sentimos unidos se escapa de nuestro «control» eso nos afecta y comenzamos a encontrarle defectos que antes no veíamos o bien inventamos defectos para poder justificar el dolor que sentimos por no tenerlos tan cerca.
Pero para ello existe una medicina que es capaz de restablecer la convivencia. Se trata de desarrollar una comunicación sincera.
Esta «receta mágica» consiste en reconocer primeramente el conflicto en el interior de nosotros mismos y después poder expresar claramente lo que nos pasa.
Cuando mejor podamos relacionarnos con nosotros mismos, mejor podremos relacionarnos con las personas que nos rodean. Poder tener una mirada objetiva de los hechos y reconocer nuestras emociones no solamente nos posibilitara identificar nuestros miedos, sino que nos permitirá ordenar nuestras propias emociones sin reproches, sin rencor y con mucha calma.
No podemos cambiar a las personas, pero si la visión que tenemos de ellas y el significado de lo que ocurre en nuestra interrelación.
La comunicación como base de las relaciones, nos permitirá renovar nuestra vida, cultivar el conocimiento de nuestras emociones y dejar en el otro una huella que no quiera nunca borrar….