¿Quién de nosotros no se ha preguntado al menos una vez en su vida, Quién soy?
Esa pregunta, que el ser humano se ha hecho a través del tiempo y a lo largo de la historia, sirvió para el desarrollo del conocimiento fundamental de la humanidad. Así como las diferentes respuestas han posibilitado que la humanidad haya ampliado el conocimiento, evolucionado y expandido su conciencia.
Seguramente, alguno de ustedes estarán pensando en que le sirve pensar en ¿Quién soy? O si merece la pena dedicar tiempo a una pregunta que pareciera ser tan abstracta.
La respuesta más sensata es que SI merece la pena. El hecho de reconocer el propio yo, nos ha llevado a ver con otros ojos el mundo exterior y nos ha posibilitado a declaraciones de amor como: “Te amo no por quien eres, sino por quien soy yo cuando estoy contigo”. Acaso, ¿no es el propio yo, la referencia por donde pasan las cosas, en mayor o menor dimensión?
A veces, cuando a la pregunta ¿Quién soy? La respuesta que surge es: Un Médico, Abogado o Vendedor. ¿Por qué darle a una parte de nosotros la totalidad de nuestra identidad? Cada uno de nosotros somos más que una profesión.
Como padres, a veces pensamos acerca de lo que van a ser nuestros hijos en la vida y los imaginamos como futuros Arquitectos, Ingenieros o reconocidos Artistas. ¿No sería mejor pensarlos como seres humanos responsables, íntegros, abiertos al continuo aprendizaje y sumamente felices?
Es decir, pensarlos como partes integrales de un todo que cualquiera de sus partes.
Tratar al otro creyendo que, es lo que simplemente representa una parte de sí mismo, es una actitud mutiladora que ignora las otras formas que pueden adoptar una persona. Somos más que aquellos adjetivos calificativos que etiquetan y rotulan a las personas y a nosotros mismos.
Por más egoístas o manipuladores que en ocasiones nos comportemos, tenemos conductas opuestas de generosidad y amor que también tienen su espacio y sabiendo descubrirlas, aparecen y se expresan.
Estemos atentos a responder la pregunta ¿quién soy? Tengamos cuidado en decretar y definir a los demás como algunas de sus pequeñas partes, que no son en definitiva, su identidad real.
Reconocernos y reconocer a los demás en su infinidad de roles nos permitirá un claro despertar de nuestra conciencia.
El gran desafío de la vida consiste en reconocernos como la totalidad que esencialmente somos y superar la tendencia a pensarnos y pensar a los demás como únicamente algunas de sus áreas.
El verdadero éxito consiste en descubrir quién eres, en lugar de calcular qué serás. Franz Kafka.