¿Nos hemos alguna vez preguntado cuantas horas al día permanecemos en silencio?

¿Dedicamos tiempo a estar con nosotros mismos, sin decirnos absolutamente nada?

¿Cuidamos nuestro interior de la misma forma en que cuidamos nuestro vestir, el vehículo que conducimos o nuestra casa?

Alguna vez escuche decir: “Mientras que la soledad llega a ser una bendición, por el contrario, el aislamiento es toda una patología”

¿Hemos tomado consciencia que vivimos inmersos en una cultura que promueve la prisa y la inmediatez? y en esa diaria agitación, hablamos constantemente con personas de cosas, a veces intrascendentes, resultando complejo compartir espacios de silencio consciente.

Para estar conectados con nosotros mismos, precisamos de espacios de soledad, espacios en los que indagamos, recargamos energías y nos inspiramos a cerrar procesos internos, que al no hacerlos, afectan nuestro sueño y nos alejan de la esencia.

La soledad al contrario de excluirnos, nos integra, es un estado espacioso que puede vivirse en compañía de otras personas.

Si nos encontramos atrapados en los hábitos de una vida rutinaria, podemos apostar por el cambio. A veces los cambios vienen ocultos como pérdidas que alborotan y desordenan nuestra vida. Es momento de abrir relaciones, entablar comunicación con personas diversas. El aislamiento es un virus que anida en el miedo, creando una carga emocional, a veces, difícil de superar. Abrámonos a otras culturas, conocer otras costumbres, a otras maneras de entender la existencia.

Recordemos que cuanta más diversidad hay en el jardín, más sana y nutricia es la vida que brota.

Si somos los que nos refugiamos en nuestro trabajo o aquellos que los fines de semana no encontramos descanso, tal vez el remedio esté más cerca de lo que pensamos. Hagamos ejercicio, cultivemos la lectura consciente, acerquémonos a otros seres humanos con riqueza de espíritu sin querernos vender como personas, desde un lugar de auténtica inocencia , sin importarnos el que dirán y olvidándonos de la aprobación externa.

Sucederá que al respirar profundo y animarnos a dejar salir lo que llevamos dentro, el aislamiento emocional dejará paso a la comunión con otras personas, mientras nace una nueva sensación de soledad que disfrutaremos desde lo más profundo de nuestra alma.

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