Existe una confusión generalizada sobre lo que significa crecer interiormente e iluminar nuestra vida de paz. Solemos creer que aquella persona que se ha desarrollado espiritualmente, es alguien que no experimenta contradicciones o dudas en su diario vivir.

Tal vez, estas creencias surgen de antiguos mitos o leyendas en la que los iluminados alcanzaban un modelo de paraíso que resultaba muy difícil explicar con palabras.

A medida que la especie humana ha ido evolucionando, se ha podido comprobar que trascender al ego no significa eliminarlo. No se trata de transformarnos en indiferentes a las emociones, evitar las lágrimas y ser insensibles a los momentos de alegría, sino en ser un testigo consciente de las contradicciones que vivimos y de la gran diversidad de experiencias que experimenta nuestra persona.

El evolucionar espiritualmente no significa negar a las emociones, al cuerpo, ni a la mente, sino incluirlos. Una persona sabia, ha aprendido a no sufrir, precisamente porque interpreta lo que sucede de manera no perturbada y porque además no se identifica con sus pensamientos, los cuales cambian constantemente. Las personas sabias son aquellas que disfrutan plenamente de sus vidas.

Cuando ampliamos nuestro nivel de consciencia, nos convertimos en testigos de lo que sucede. El dolor y las experiencias dolorosas que nuestros cuerpo físico y espiritual experimenta durante nuestra experiencia de vida, en lugar de ser resistidas y por lo tanto creadoras de sufrimiento, son aceptadas desde ese espacio silencioso y sutil que se expresa desde la consciencia expandida.

Y a partir de este desarrollo de la consciencia, aquello que antes resultaba doloroso, deja de ser una pesada carga.

Y de pronto nos descubrirnos no querer eliminar las tormentas de la vida, sino más bien saber navegar a través de las mismas, enfrentando los miedos y ajustando las velas.

En realidad, nos hemos dado cuenta que el mundo tal vez no sea como deseamos. Las cosas simplemente suceden. Lo que realmente importa es no dejarnos perturbar y seguir aprendiendo las lecciones  que la vida nos regala.

El sabio opta por la quietud de su mente y la apertura de su consciencia, sabiendo con convicción que son los dos grandes pilares de la verdadera riqueza. Su vida tiene sentido porque comprende cada instante lo que pasa. Hace ya tiempo que aprendió a enfocar la atención allí donde la vida lo llama y hace falta.

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