Seguramente en nuestra vida nos hemos encontrado con muchos Maestros.
¿Alguna vez nos hemos preguntado que es la maestría?
La verdadera maestría nos muestra que aprender es un proceso fácil, y sostiene la idea de que no es necesario el esfuerzo, sino que más bien es la automotivación del aprendiz lo que realmente cuenta.
Tal vez habremos escuchado la frase “la letra con sangre entra,” afirmando que el conocimiento se logra a través del sacrificio y las experiencias de renuncia dolorosas. Pero sin duda, dicha sentencia pertenece a los viejos paradigmas de escasez y estancamiento de nuestra herencia.
En el mundo de la enseñanza, resulta frecuente encontrarnos con personas que son simplemente instruidas. Es decir, sólo poseen cantidad de datos académicos aprendidos, estudiados. Son aquellos profesionales que todavía no han “metabolizado” su información ni logrado convertirla en sabiduría.
Personas que son expertas repetidoras de lo leído, y que tan sólo se quedan en meros “coleccionistas de datos”. Pero aquel ser humano que haya vivido la información que posee, y mediante lágrimas y risas haya madurado su alma, estará facultado por el Universo para facilitar la expansión de la consciencia humana.
La sabiduría que llega con la maestría es la que permite al maestro caminar hermanado junto al aprendiz, facilitando situaciones en las que el aprendiente siembra preguntas y él mismo cosecha respuestas.
¿Cómo hace un coach para mostrar la luz sin los efectos del rayo? El coaching es el arte de elaborar preguntas. Preguntas que al nacer, dirigen la atención de las personas, hacia áreas que éstas por sí solas, difícilmente observarían. Y sucede que al mirar, allí donde conviene alumbrar y proceder a examinar lo que aflora, logramos expandir consciencia sobre nuestras insospechadas sombras.
Un coach es un “acompañante”, un facilitador de espacios de transformación en los que se modifican comportamientos. En realidad, el espacio de aprendizaje que el coach diseña con su cliente, más se parece a un espacio de ginecología en el que se alumbra un nuevo Yo, que a un diagnóstico académico, enfocado en herramientas, técnicas y títulos de excelencia.
Poder mostrar la luz sin hacer sentir el rayo, significa ejercer el arte de preguntar de forma tal que el propio sujeto que está aprendiendo a aprender, elabore su propia respuesta.
El proceso de respuesta consiguiente no se queda en el nivel del dato, sino que desencadena vivencias conscientes que transforman la mente del que se busca. El que enseña a los demás desde la experiencia, tras haber aprendido a preguntar y a escuchar, en realidad, es el que mejor muestra y revela lo que hay tras las apariencias.