En algunas oportunidades, nos encontramos con seres “especiales”, esos seres que desprenden una ola sutil de serenidad y lucidez que se hace evidente, al poco tiempo de emprender su marcha.

Cuando comprobamos que en contacto con determinados seres, percibimos esa suavidad y firmeza que toca nuestra alma, y que aun no sabiendo que nos pasa, llegan ahí adentro donde había daño, allí donde nuestras intimas heridas aguardan por ser sanadas.

Tal vez se trate solo de un servidor de la vida, que sabe que clase de medicina necesitamos para liberar nuestros miedos y limpiar culpas pasadas.

Y es solo cuando al cabo de un tiempo, nos detenemos a pensar y recordar su presencia, una sonrisa se dibuja en nuestro rostro y respiramos más profundo, como si su esencia aun perdurara. Y aunque tal vez no haya un motivo especial por estar feliz, podemos percibir claramente que nuestro corazón late con una alegría, que nos recuerda, la reposada profundidad de su mirada.

Cuando logramos vivir de adentro hacia fuera, cuando ya hemos podido disolver nuestras más rígidas corazas, estamos más atentos a descubrir lo que el Universo, día a día nos regala.

Y al darnos cuenta que en el encuentro con este ser, ni siquiera depende de la conversación, ni de saber si a dicha persona le interesa saber de nuestra vida. Se trata, tan sólo, de algo que está más allá de toda razón, algo que sentimos, que íntimamente nos abraza.

Y tras la despedida,  mientras aun sentimos el alborozo en nuestro corazón y la quietud que embarga a nuestra alma, levantamos la mirada al cielo y decimos silenciosamente, ¡Gracias!

A veces, hay personas que tocan nuestra vida,  permitiéndonos sentir algo muy profundo e intenso, ahora dispuestos a confiar y vivir con una mirada más amplia.

Cuando nos encontremos con estos seres, digamos simplemente “gracias”, ya que a veces, con eso, solamente basta.

Abrir chat
1
Hola
¿En qué podemos ayudarte?